martes, noviembre 19, 2002

Bob Bobo lo cuenta todo (y se lo guarda todo)


La boda del viernes fue divina: aprendí, al fin, lo que era un "consomé ilustrado", cené angulas de Aguinaga, me reencontré con un montón de amigas de mis amigas que hacía mucho que no veía; todas me preguntaron dónde estaba mi novio y yo conjugué el to be en castellano con un desparpajo... "no es. no está".

Bailé toda la noche con mi look Nina OT de Gala y una desconocida vino a decirme que era el que mejor bailaba de la fiesta. Otra, que era el más guapo (¡qué malas son las drogas!). Otro desconocido incluso llegó a decirme al oído que yo "era el puto amo"... en fin, que me despedí a las tantas de tanta gente encantadora, liándome (literalmente) la pashmina a la cabeza a lo Sally Field en No sin mi hija, pero en versión comedia musical protagonizada por Nina. ¡Ah! No me emborraché.

El sábado, madrugué para enseñar el pisito a una señora de una inmobiliaria que me dijo que en un mes la tenía vendida. Después, comí con mi amiga L., que es terapeuta. Comimos. Hablamos. Tomamos café. Hablamos. L. pasó quince años de su vida enamorada de un hombre gay que murió de sida hace unos años. Yo también estuve enamorado de él. Ella estuvo a su lado el día que murió, dejándole marchar en paz. A mí, me dedicó la última de sus sonrisas. El sábado, L. y yo nos dimos cuenta de que hace más de diez años que somos amigos. Me contó que el anterior alcalde de su pueblo acaba de salir del armario. Es un chico encantador y, el próximo fin de semana que pase en su casa, pensamos invitarle a merendar. ¡Pues claro que sí!

Después, me fui de compras con mi amiga M. y a cenar con ella y su novio, A. Al acabar la cena, me pidieron que los paseara un rato y nos fuimos a Chueca. Sin novedad.

El domingo, había quedado a tomar unas cañas con mi amigo J.Q., pero a eso de la una de la tarde, me agarró un dolor tan fuerte en el pecho, un ahogo, un dolor en el brazo izquierdo, que pensé que me estaba dando un infarto y llamé al 061 (uno llama al 091 a denunciar a los demás. Al 061 llamas para denunciar que tu propio cuerpo te ataca a traición.) Me mandaron un médico a casa y le abrí con un cigarrillo en la mano y una gran frase: "Hola. No sé si tengo un infarto o un ataque de angustia". A lo que él - muy antipático, todo hay que decirlo - me respondió: "Pues, por si acaso, apaga el cigarro". ¡En ese momento sentí que si queda algo sin dilapidar de la herencia de Bette Davis, deberían dármelo a mí!
Por fortuna, no era un infarto sino, efectivamente, un ataque de angustia. El médico me recetó Valium 5 (dos al día) y me regaló media caja, "¿Es para mí?" Sí... lo han adivinado: soy ese hijo que Liz y Richard nunca reconocieron...

Llamé a mi amigo J.Q. para anular la cita. A M. y A. para contarles los chascarrillos y quitarme el susto entre risas. Al rato, A. vino a buscarme para llevarme a su casa, con ellos. Querían que me quedara a dormir, pero preferí volver a mi casa. No está bien abusar de los amigos. J.Q. me llamó por la noche para confirmar que estaba bien.

El lunes fui a trabajar. Todo parece mejor de Valium. Incluso Nina me da buen rollo de Valium (yo, no ella... ¿o sí?..?) y después de la Gala de OT me quedé a dormir en casa de M. y A. Los dos se quedaron a mi lado hasta que me quedé dormido, en pijama, charlando conmigo, preguntándome si tenía angustia. Yo me había metido ya los 5 miligramos de antes de dormir y era feliz: gracias a la dosis. Gracias a ellos. Y a Cristina que me llamó por la mañana tras leer el post. Y a J.Q. que me envió un SMS tan cariñoso.

Hoy martes, me despertó M. con una voz muy suave y me preparó el desayuno mientras yo me daba una ducha. Son casi las diez de la noche y acabo de estar hablando con mi ex acerca de los muebles que va a llevarse cuando se vaya de casa, a finales de mes. Creo que me iré a dormir temprano y que lo haré a pierna suelta, como un bebé (dopado).

Hasta pronto. Gracias a todos. Otra vez.