sábado, enero 18, 2003

"Dios es un humorista", Lawrence Durrell


Ayer viernes me quedé en casa, no fui a trabajar, estaba enfermito y me quedé en la cama, desde donde escuché a las nueve de la mañana el ruido de mi asistenta al abrir la puerta de la calle con sus dos vueltas de llave, cerrarla con prisas, correr hasta el cuarto de baño que ahora está vacío, levantar la tapa, tirar al suelo bolsas y el sonido de algo que me pareció la hebilla del cinturón. Ella pensaba que - como cada viernes - estaba sola en casa y venía meándose viva. Ventosidades incluídas. Me acordé de aquella estupenda escena de "Atame" en la que Loles León pasaba por la misma situación.

Cuando escuché que había terminado, carraspeé desde mi cama. Por si acaso sus costumbres solitarias excedían lo que uno puede soportar. Casi se muere del susto, "es que hacía tanto frío, no aguantaba más, pensaba que estaba sola...", como si hubiese hecho algo malo. Pero si no pasa nada...

Al marcharse, me preguntó de sopetón si yo creía en Dios. Uf. "Bueno, no... pero sí creo que hay algo. Y creo mucho en la fe de los demás, en que mucha gente que cree en una misma cosa acaba por construirla. Y me gusta saber que hay personas que rezan por mí. Yo creo mucho más en la gente que en Dios." Y ella, después de mi soflama new age, me miró y me dijo: "Yo también creo que hay algo, una energía. Pero si hay Dios, ojalá sea siempre muy bueno contigo." Le di las gracias y se marchó. Yo me quedé clavado en el sofá con lágrimas en los ojos. Qué barbaridad.