lunes, enero 13, 2003

Letras de cambio


Como el autor y protagonista de El Mal de Montano (una novela que es un tratado de Gran Literatura, un libro de consulta, un espléndido ensayo acerca del Diario como género literario, otra joya de Enrique Vila Matas), yo también estoy enfermo de literatura. Vivo en ella y a ella me aferro cuando ando a trompicones.
Esta mañana me he topado con un poema a Bogotá de Laureano Alba:

Bogotá, Julio/90
Miro las montañas, azules
de tanto verdor.
La mañana es sincera
en su belleza.
El gorrión ha abandonado
su nido para pulsar el viento.
La ciudad se desparrama por las avenidas
con olor a ajenjo y remolacha.
Todo es suave y discreto.
Quiero pedir permiso
para estar feliz
a pesar de nuestros últimos
muertos.


Y me ha traído otro mes, otro año, pero la misma ciudad a la memoria.

Esta mañana he venido leyendo en el Metro el libro que me regaló el Niño, Espárragos para dos leones, de Alfredo Iriarte:
"(...) un chorro de jalea de guayaba, de higos, de papayuela, de guanábana; de las adiposas obleas que era preciso morder con suma cautela para evitar que la suave erupción del arequipe - batido con paciencia en las grandes pailas pobladas de astillas de canela - escapara de las fauces golosas para ir a perderse en camisas, corbatas y solapas; (...)"

Y me ha refrescado el paladar y la fascinación por las palabras nutritivas.
Siempre hay palabras cuando me quedo sin ellas.