Gracias a la vida, que me ha dado tantos...
Que ayer estaba muy cansado, ya lo sabéis. Tanto trajín, tanto trabajo últimamente y un vuelo de vuelta de París lleno de familias Eurodisney que - muy probablemente - habían sido mordidas por una rata rabiosa (Minnie), me minaron la salud hasta dejarme para el arrastre (gran tute, yeah, yeah).
Afortunadamente la vida está en todo y siempre sale a mi encuentro, como en una novela de Martín Vigil (también la Visa sale a mi encuentro, y llora, desconsoladamente llora), y ayer por la tarde al llegar a casa me esperaba con un maravilloso regalo: la reposición en Canal 7 de "Cantares", donde Lauren Poptigo anunciaba, con su verbo florido:
"La imagino saliendo de su Sevilla natal, mocita y juncal. Con su madre y una maleta donde llevaba sólo una bata. Una bata muy limpia y muy sencilla..."
"... con todos ustedes, ¡MARUJITA DÍAZ!"
¡COÑO!
Inenarrable modelazo setentero compuesto por un peto negro de pata de elefante sobre una blusita verde a topos blancos escotado hasta el ombligo con el canalillo discretamente cubierto por un clavel reventón rojo de plástico. Todo esto tocado por un sombrero Chicago años 20.
Marujita Díaz ya era vieja hace 30 años. Ya era calva. Y, en palabras del Gran Poptigo: "Tú tienes una cara muy cirquense (sic)"
¡COÑO!
Tras este obsequio del destino, este óbolo/señal que me decía "tú lo que tienes que hacer es apagar la tele y ponerte a escribir" me puse a ello. A seguir con la novela. A tomar notas de lo que será el siguiente capítulo, donde el protagonista reflexiona sobre las diferencias de trato que marca el dinero: uno se despide de un mal chaperillo con un apretón de manos porque no ha transcendido lo transaccional pero, de haber sido un gran chulo, un puto de lujo, la despedida habría consistido en un beso en la boca. El mismo que se habrían dado de no mediar dinero. Es que el protagonista de mi novela es así de racional. El pobre.
SECCIÓN FELICITACIONES:
- A Gonzalo Rojas (este sí, este sí que sí):
Carta al joven poeta para que no envejezca nunca
Repita usted siete veces: no hay
rata curativa y sanará, repita, repita,
hasta que las palomas salgan volando del pantano
y aparezca Lautréamont como por encanto
riendo sin paraguas
ni mesa de disección, ¡pamplina
el azar!, el juego es otro
y no se sabe cuál, no hay
belleza convulsiva ni menos
hada, ni
mucho menos computación, la apuesta
es distinta, usted
mismo es la musa con sus zapatos hamletianos de rey
sin nadie adentro diciendo el to be
y el not to be de la farsa parado
ante nadie desde el momento
que el momento va a estallar, se lo digo, repita,
repita: no hay rata
curativa, toda rata acarrea peste.
- A Ana Rosa Quintana, que no sabe si irse a China o escribir un libro en su año sabático. A ARQ, inasequible al desaliento y al pudor.
Esta noche llega M. a Bogotá y empieza a preparar la Navidad para cuando lleguemos. Dentro de once días, Bogotá.
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