Fin de semana (crónica offline en tiempo real)
VIERNES
“La cultura es una mierda. Y pagan fatal”.
Eso lo dice una mujer encantadora con quien cené anoche y que trabaja como asesora legal de una de las instituciones más sobrevaloradas del panorama oficial. Una de esas instituciones cuyas actividades están dedicadas – al menos hasta 2010 – a celebrar centenarios. Auténtica vanguardia. O incluso dobles centenarios (no querías caldo, toma dos tazas).
Pura putrefacción.
Llegué temprano a casa, me hice un porro de marihuana y me puse a ver la tele: un programa del corazón donde Yola Berrocal hablaba de su ilusión por ser madre de mellizos, “mi abuela, que en paz descansó, tuvo mellizos.” Su abuela, que debió de quedarse como Dios.
Una película de porno softcore heterosexual en la que el actor, tras panpenetrar a su partenaire femenina, se masturba con fuerza durante 5 minutos sobre las tetas de ella... otros 5 minutos sobre el culo de ella, que empieza a cambiar su cara forzada de satisfacción por una expresión de fastidio que se va haciendo mayor según él sigue intentándolo, sin éxito. O con el éxito que supone una erección, pero sin alcanzar el clímax húmedo y dramático de una buena corrida que le permita a ella ir a ducharse y dedicarse a otras cosas, o rodar otra escena que le dé para pagarse el mantenimiento de la silicona de las tetas.
Lo malo de tener que lidiar con un actor de eyaculación tan retardada es que se cobra lo mismo por el doble de tiempo. El sindicato de estrellas del porno debería tener en cuenta contingencias así.
SÁBADO
Me despierto a las 11 de la mañana y después de darme una ducha deliciosa y tomarme un par de cafés, me dedico a escuchar a Elliot Smith y a leer la revista holandesa BUTT (ambos descubrimientos culturales debo agradecérselos a Antonio, con quien ayer hice intercambio de favoritos. Yo le presté varios números de El Malpensante y un par de CDS, el MYSTIQUE DETERMINADO y uno de ELECTRIC SIX).
En el BUTT, además de chicos desnudos, culos en primer plano y pollas en erección, leo algunas entrevistas fascinantes:
- A MATTHIAS HERRMANN, artista vienés, “¿Cómo haces para que, en una foto, tu polla parezca mayor y tu cuerpo más
musculado? ¿Cuales son las técnicas especiales utilizadas?”
Y el muy hijodeputa contesta “¡Luz, luz, luz!”
Si existiera una dimensión de las palabras, ahora estaría ocupada por un artista vienés maricón que posa delante de una cámara en pelota viva y Nietszche en su lecho de muerte. Y ambos pedirían “Más luz”.
- MATT BERNSTEIN SYCAMORE, un escritor de San Francisco, militante del anti-asimilacionismo (de lo gay). Una corriente que me interesa. Y mucho. La asimilación de lo gay por lo hetero. De lo gay por lo gay.
A la 1 llega a casa J.Q. y nos vamos a comer juntos a una terraza de Rosales, donde BINGO, ¡conseguimos las 3 en raya! ¡3 mesas seguidas con tres pares de maricas!
Antiasimilacionista y antisegregacionista.
Mientras J.Q. va al toilet, yo escucho una conversación en la mesa de al lado, que me fascina:
- Me he comprado un tatami y un futón
- Uy... eso es un error. ¿Te lo has comprado ya?
- Sí... me he comprado un tatami y un futón
- Pues es muy insalubre. Vas a dormir todas las noches cara a cara con el ácaro... y no vas a poder sentarte para atarte los zapatos.
PUAJ.
Por la noche, el caballero exnovio de J.Q. nos ha invitado a una cena de cumpleaños en la terraza de su casoplón. Y ahí vamos, J.Q. con un gran cactus de regalo y yo con una corbata de Zegna. Dos técnicas distintas – muy elegantes ambas – para el self-punishment.
Una cena buenísima. Aunque en algún momento sospechamos que fuera cena caníbal, porque el vino blanco era – claramente – blanco Valdepeñas para guisar.
Allí coincidí, después de 20 años, con Cuco; uno de mis primeros profesores de ingles y de mis primeros amores. No nos dijimos demasiado. Él se metía unos porros como chimeneas de fábrica y yo, yo estaba ocupado en tratar de controlar que J.Q. no recitara enteros todos los monólogos de Bette Davis en Eva al Desnudo.
Me metí en la cama a las 3.30 y volví echar de menos a Mauricio, en la misma medida en la que vengo echándole de menos cada momento del día.
DOMINGO
Miko llega de París y quedamos para ir juntos a la piscina de Gran Vía. Yo llego primero. Hay overbooking. No way. Debe ser la puta antorcha olímpica.
Nos vamos a comer y después al cine a ver una ESPLÉNDIDA PELÍCULA, ‘Confessions of a dangerous mind’, de George Clooney. Fabulosa.
Después, nos tomamos un par de botellas de cava en compañía de J.Q., Lolamenta y su señor. Una delicia.
Cena en Elfindelafán y J.Q. y yo al Plan Travesti a Morocco, donde viví de nuevo una escena propia de estrella clase B cuando, al ir hacia la barra a pedir otra botella de agua mineral, escuché a mi espalda a un grupo que decía: “Es Bob. Es Bob.”
Acabo de llegar a casa, tengo que dormir mis horas (que diría Nati Mistral).
“La cultura es una mierda. Y pagan fatal”.
Eso lo dice una mujer encantadora con quien cené anoche y que trabaja como asesora legal de una de las instituciones más sobrevaloradas del panorama oficial. Una de esas instituciones cuyas actividades están dedicadas – al menos hasta 2010 – a celebrar centenarios. Auténtica vanguardia. O incluso dobles centenarios (no querías caldo, toma dos tazas).
Pura putrefacción.
Llegué temprano a casa, me hice un porro de marihuana y me puse a ver la tele: un programa del corazón donde Yola Berrocal hablaba de su ilusión por ser madre de mellizos, “mi abuela, que en paz descansó, tuvo mellizos.” Su abuela, que debió de quedarse como Dios.
Una película de porno softcore heterosexual en la que el actor, tras panpenetrar a su partenaire femenina, se masturba con fuerza durante 5 minutos sobre las tetas de ella... otros 5 minutos sobre el culo de ella, que empieza a cambiar su cara forzada de satisfacción por una expresión de fastidio que se va haciendo mayor según él sigue intentándolo, sin éxito. O con el éxito que supone una erección, pero sin alcanzar el clímax húmedo y dramático de una buena corrida que le permita a ella ir a ducharse y dedicarse a otras cosas, o rodar otra escena que le dé para pagarse el mantenimiento de la silicona de las tetas.
Lo malo de tener que lidiar con un actor de eyaculación tan retardada es que se cobra lo mismo por el doble de tiempo. El sindicato de estrellas del porno debería tener en cuenta contingencias así.
SÁBADO
Me despierto a las 11 de la mañana y después de darme una ducha deliciosa y tomarme un par de cafés, me dedico a escuchar a Elliot Smith y a leer la revista holandesa BUTT (ambos descubrimientos culturales debo agradecérselos a Antonio, con quien ayer hice intercambio de favoritos. Yo le presté varios números de El Malpensante y un par de CDS, el MYSTIQUE DETERMINADO y uno de ELECTRIC SIX).
En el BUTT, además de chicos desnudos, culos en primer plano y pollas en erección, leo algunas entrevistas fascinantes:
- A MATTHIAS HERRMANN, artista vienés, “¿Cómo haces para que, en una foto, tu polla parezca mayor y tu cuerpo más
musculado? ¿Cuales son las técnicas especiales utilizadas?”
Y el muy hijodeputa contesta “¡Luz, luz, luz!”
Si existiera una dimensión de las palabras, ahora estaría ocupada por un artista vienés maricón que posa delante de una cámara en pelota viva y Nietszche en su lecho de muerte. Y ambos pedirían “Más luz”.
- MATT BERNSTEIN SYCAMORE, un escritor de San Francisco, militante del anti-asimilacionismo (de lo gay). Una corriente que me interesa. Y mucho. La asimilación de lo gay por lo hetero. De lo gay por lo gay.
A la 1 llega a casa J.Q. y nos vamos a comer juntos a una terraza de Rosales, donde BINGO, ¡conseguimos las 3 en raya! ¡3 mesas seguidas con tres pares de maricas!
Antiasimilacionista y antisegregacionista.
Mientras J.Q. va al toilet, yo escucho una conversación en la mesa de al lado, que me fascina:
- Me he comprado un tatami y un futón
- Uy... eso es un error. ¿Te lo has comprado ya?
- Sí... me he comprado un tatami y un futón
- Pues es muy insalubre. Vas a dormir todas las noches cara a cara con el ácaro... y no vas a poder sentarte para atarte los zapatos.
PUAJ.
Por la noche, el caballero exnovio de J.Q. nos ha invitado a una cena de cumpleaños en la terraza de su casoplón. Y ahí vamos, J.Q. con un gran cactus de regalo y yo con una corbata de Zegna. Dos técnicas distintas – muy elegantes ambas – para el self-punishment.
Una cena buenísima. Aunque en algún momento sospechamos que fuera cena caníbal, porque el vino blanco era – claramente – blanco Valdepeñas para guisar.
Allí coincidí, después de 20 años, con Cuco; uno de mis primeros profesores de ingles y de mis primeros amores. No nos dijimos demasiado. Él se metía unos porros como chimeneas de fábrica y yo, yo estaba ocupado en tratar de controlar que J.Q. no recitara enteros todos los monólogos de Bette Davis en Eva al Desnudo.
Me metí en la cama a las 3.30 y volví echar de menos a Mauricio, en la misma medida en la que vengo echándole de menos cada momento del día.
DOMINGO
Miko llega de París y quedamos para ir juntos a la piscina de Gran Vía. Yo llego primero. Hay overbooking. No way. Debe ser la puta antorcha olímpica.
Nos vamos a comer y después al cine a ver una ESPLÉNDIDA PELÍCULA, ‘Confessions of a dangerous mind’, de George Clooney. Fabulosa.
Después, nos tomamos un par de botellas de cava en compañía de J.Q., Lolamenta y su señor. Una delicia.
Cena en Elfindelafán y J.Q. y yo al Plan Travesti a Morocco, donde viví de nuevo una escena propia de estrella clase B cuando, al ir hacia la barra a pedir otra botella de agua mineral, escuché a mi espalda a un grupo que decía: “Es Bob. Es Bob.”
Acabo de llegar a casa, tengo que dormir mis horas (que diría Nati Mistral).
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