jueves, mayo 17, 2007

Pensaba que iba bien y vuelvo a atascarme.

Se me cierra la novela en la cara y siento que me aburre. Que me aburro de esperar a que pase algo. Pero así pasan las cosas. Uno se aburre, y más si uno es un manso que se aburre, que se rinde y se resigna.

Pero no en los libros, no en los libros que me gustan. O sí, y para eso se usa la literatura.

O así pasan las cosas en la vida y para eso utilizo la literatura. Para no aburrirme, rendirme y resignarme. Lo malo es que no sé a qué. Lo malo es que la vida no es un trayecto lineal en el que uno pueda decidir en un momento ''aquí me quedo, en este llano, que parece tranquilo''. Lo malo es que uno no sabe a qué coño se resigna.

O tal vez es que contamos siempre con el N menos 1 [n-1] cuando nos resignamos a ene. Y cuando lo hemos hecho, sabemos que no podemos parar quietos, porque al mínimo descuido llega la sustracción a quitarnos de nuestro sitio, a ponernos en nuestro sitio - que siempre es el escalón anterior al descansillo en el que nos habíamos resignado a quedarnos.

Pero esto no es la vida. Esto es un libro. Y en los libros es el autor quien hace que pasen las cosas. Esta es la consecuencia de esa mierda de confusión, que queda tan aparente en charletas de saloncito, entre vida y literatura.