A diario me vacío el bolso y los bolsillos de palabras, hablo desde una memoria accesoria, desde un espacio que me encuentro vacío cada mañana y voy llenando de nadas hasta que soy capaz de ahumar esa forma hueca para decir algo, muchas cosas, en sitios diferentes y con tonos distintos. Garabateo sobre mis vendas de hombre invisible.
A la vez que llevo un mes de silencio, guardándome todo lo que siento, sin ser capaz siquiera de pensarlo o de atreverme a averiguar quién soy tan solo. Voy engordando un síndrome Diógenes de sensaciones que soy incapaz de poner en orden o tirar a la basura, y que son sólo periódicos viejos, que ya no sirven de nada.
Estoy viviendo de la nada y a la vez ahogándome en todo lo que no cuento, porque no sé qué es. Aunque huele a otro fracaso del que acabaré echando la culpa a la mediocridad de los demás; nunca a la mía.
Lo único que he hecho bien en esta vida está a diez días de mí.
A la vez que llevo un mes de silencio, guardándome todo lo que siento, sin ser capaz siquiera de pensarlo o de atreverme a averiguar quién soy tan solo. Voy engordando un síndrome Diógenes de sensaciones que soy incapaz de poner en orden o tirar a la basura, y que son sólo periódicos viejos, que ya no sirven de nada.
Estoy viviendo de la nada y a la vez ahogándome en todo lo que no cuento, porque no sé qué es. Aunque huele a otro fracaso del que acabaré echando la culpa a la mediocridad de los demás; nunca a la mía.
Lo único que he hecho bien en esta vida está a diez días de mí.
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