¡Buenos días, Princesa!
Me tomé el jueves y el viernes libres para organizar y hacer la mudanza.
El jueves lo dediqué a revisar los cajones y los armarios, a tirar basura, a esconder el material porno en una mochila, para que los operarios de la empresa de mudanzas no tuvieran que enfrentarse a títulos como "Marines Corruptos", "Robin Hot" o "Culitos calientes". No. Esos chicos no merecen tales atrocidades literarias.
Cartas de amor. Postales de amor. Recuerdos de dos. Nada de eso fue a la basura.
El viernes a las nueve de la mañana, mi amigo A. estaba en mi casa con su linda perrita para ayudarme a pasar el trance. Nunca, nunca, nunca, se lo agradeceré bastante. A las 9:30 aún no habían aparecido los de la mudanza y llamé por teléfono. ¡Genial! Se habían olvidado de mi mudanza. Que no me preocupara, que no me preocupara, que en una hora estaban allí.
A. y yo nos fuimos al banco, donde dejé las llaves de mi casa en una taquilla. Para ser más preciso, ¡me dejé las llaves de mi casa en una taquilla! Menos mal que me di cuenta mientras desayunábamos y me dio tiempo de volver al banco a recogerlas antes de que llegara el camión... ejem... la furgonetilla... con los dos chicos peruanos que empezaron a meter en cajas mis libros, mis CDS, mis pisapapeles, mis revistas, mi equipo de sonido, mis cuadros, mis lámparas, mis cuadernos, mi ropa, mi vajilla, mis vasos,...
- No, A., no te preocupes. No es que tu linda perra se haya cagado. Es que uno de los operarios ha entrado al baño. Eso sí, antes me ha pedido que le diera un cigarrillo. Fantástico.
El peor momento del día fue cuando me encontré con la casa vacía, la pared grande del salón vacía, y me acordé de cuando llegamos allí, cuando colocamos la estantería... A. me miró y supo de qué me acordaba, porque él también estaba allí entonces. Bajó a buscar el coche para traerlo a la puerta y dejarme llorar, despedirme para siempre.
¡Ya tengo casa nueva! Una preciosa habitación con gabinete, mi mesa de trabajo al lado del balcón, mis libros, mis CDS, mis cuadros, mi sillón, mi cama... y una vista privilegiada de El Corte Inglés (8 Días de Oro... por cierto).
¡Buenos días, Princesa!
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