Señales
Si un hombre cruza un bar de punta a punta - un bar gay lleno de fumadores - llega hasta a ti y te pide fuego, eso solo puede significar una cosa... O no. Porque al rato, ese mismo hombre al que has dado fuego, aparta la mirada cuando te acercas y le miras, saca un paquete de cigarrillos del bolsillo de su pantalón y un mechero. Y ni te mira. No te vuelve a mirar en toda la noche.
Si un hombre se pone a tu lado a jugar a la máquina de Trivial (dos partidas) en ese mismo bar gay al lado del cuarto oscuro, y te sonríe, y te pasa la mano por la espalda, eso solo puede significar una cosa... O no. Porque cuando acaba la segunda partida, se despide con una sonrisa y se marcha. SE VA. Así, sin más.
Lo mejor, lo mejor, lo mejor, fue cuando el adicto al Trivial se acercó a pedirle fuego a quien me lo había pedido a mí: "Si se enrollan entre ellos, prometo que me hago un tajo en la aorta, me subo a la barra y me pongo a danzar como un derviche. Y ríete tú de Carrie. Ríete tú." - me prometí.
Afortunadamente, Dios, que aprieta, ahoga y a veces hasta se ensaña, no se atrevió a tanto. Y eso que Dios, el sábado, tenía una noche fina.
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