Grandes escenas sureñas. Eastpone también existe 1
Cristinamore et moi - "comando wedding dress" - emprendimos la marcha el pasado miércoles, no sin antes santiguarnos frente a El Corte Inglés que hay frente a mi casa (hace solo una semana, y parece que hubiera pasado tanto tiempo, tantas cosas, tanta gente y un par de clases de vientos).
Cristinamore, choferesa en su flamante champaigne bullet y yo. Misión: recoger el vestido de novia de la boutique. Primera parte de la misión cumplida con éxito.
Sin embargo... un repentino - y agudo - brote del mal crónico de Cristina (Imelditis) nos obliga a realizar una parada en Farrutx, más exactamente en el Carril Bus que hay delante de Farrutx, del que unos simpáticos funcionarios municipales, dedicados precisamente a la Vigilancia del Carril Bus, pretenden desalojarnos de no muy buenos modos. Suerte que Cris está rápida, y acude a mi rescate (y a pedirme que entre a pagarle los zapatos, porque a las farrutx se les ha estropeado el mecanismo de la tarjeta de crédito). Mientras yo apoquino dentro, ella les explica a los encantadores caballeros que va con prisas a su boda y que necesita URGENTEMENTE esos zapatos, que son los perfectos para su traje de novia (traje que, por supuesto, está dentro del coche). Razón por la cual hemos aparcado en un sitio tan prohibidísimo. Natural...
Cris arranca y me deja apostado en el mostrador, esperando el ticket y las vueltas. Uno de los señores de la EMT me dice a través del cristal del escaparate que no me olvide las gafas de sol de Cristina, "que se las ha dejado dentro, al lado del bolso". Porque ella, ella es así. Ella no solo se libra de una multa; ella utiliza a las autoridades como chico de los recados. Lo cual explica muchas cosas. Lo cual me inspira la primera de las grandes frases de este viaje:
Cuando una pone el mundo a sus pies, una tiene que tener una buena colección de zapatos.
Después de un rato de desencuentros, de llamadas al móvil para conocer nuestras respectivas posiciones a lo largo de Serrano, de una incursión a Mallorca para comprar unos tentempiés y de conseguir que Maximilian no se tumbe encima del traje de la novia, salimos de Madrid rumbo a Estepona, con previa parada en Ojén (sí, sí, donde Miranda lleva a sus niños Iglesias al campamento de verano del Colegio Alemán, ahí mismo) para dejar el traje de la novia en casa de la madre de la novia. Más exactamente en la casa de enfrente, en la de la vecina de la madre de la novia, en una cama-nido donde Cris se las ve y se las desea para colocarlo debidamente, con las manguitas estiradas y la cola dignamente extendida.
Al intentar salir del pueblo, por esas calles escarpadísimas, que serían el sueño de Norman Bates, si hubiera psicotizado a una madre esquiadora de fondo en silla de ruedas, los bajos del coche se golpean contra un remate de cemento - ¡CLONC! - el coche empieza a oler a chamusquina y al aparcarlo descubrimos que suelta líquido. Misión Dress cumplida, pero - quizás - a un precio mecánico demasiado alto...
... CONTINUARÁ...
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