Café Comercial
"La naturaleza aborrece el vacío", le decía un anciano a otro en la mesa más próxima a los lavabos del Café Comercial.
Dos señoras sexagenarias (como poco), sentadas sin mirarse ni dirigirse la palabra en otra de las mesas del café. Una de ellas tiene algunos dientes. La otra, guarda su monedero en el sujetador y lo saca y lo guarda sin pudor.
Gran mesa de cuatro señoronas cincuentonas en la que reina la desigualdad capilar: la de pelodepeluquería, la del peinado fantasía y tinte rubio ceniza (de su difunto marido, probablemente), la de pelo de hambre y la cuarta, que no obedece a modelos ni permite descripción.
El chulángano intelectual y el anciano, que hablan muy poco entre sí. Pero sí por teléfono.
La mujer anulada por su marido y sentada en una silla de ruedas que le cuenta todas sus miserias a la novia de su amigo, a la que acaba de conocer, pero le fascina: "Me encantas, me encantas, pero me encantas toda".
Los cuatro. Dos maricas y dos no. ¡Vive la diversité!
J.Q. y Bob, sentados uno al lado del otro y sin quitar ojo del espectáculo. "¿Qué le echarán a esta cerveza?"
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