miércoles, noviembre 05, 2003

Poesía

Me quedan veinte páginas para terminar la espléndida novela de Norfolk, pero la narrativa no basta para ponerse a cubierto; por eso la compagino con la lectura de la poesía de Gamoneda, para que me proteja de esta lluvia áZida.

Tengo frío bajo un arco que separa la existencia y la luz,
que separa cuanto he olvidado
y la última luz.


Un poema así me vacuna - al menos durante un par de días - contra tanta estupideZ.

Gloria Fuertes habría rezado ante la que se nos viene encima...

No sé por qué... recuerdo,
que hace años por la noche,
yo rezaba un padrenuestro
para no soñar cosas de miedo.
Después cuando la guerra,
rezaba para que no sonara la sirena...
Después seguí rezando
para que no nos detuvieran;
luego, para que Equis me quisiera;
para que mi análisis no diera leucemia,
para que se acaben los líos de fronteras,
para que este país... y vuelta y vuelta.
(Desde que nací en los diarios siempre viene un parte de guerra.)
Variando la retahíla,
mezclando personales peticiones con otras peliagudas y extranjeras,
(que si este amor que si la paz que si la pena)
sigo y sigo pidiendo con la fe de una pieza.
Temo tener a Dios cansado de monserga.


... pero tengo cada vez la fe más floja.

De todos modos, y por si acaso Dios me escuchara y tuviera el detalle de enviar una buena lluvia de fuego cualquier día de estos, yo le saco fotos a los sitios que me gustaría recordar, volver a ver después del Apocalipsis.