LONDRES. JORNADA PRIMERA
Viernes 28 de febrero y recojo a J.Q. en un taxi a la puerta de su trabajo a las 14:15. Él - tan encantador como acostumbra - me trae un regalo: un precioso llavero: un cerdito que caga cuando se le aprieta. Una belleza de la chacinería escatológica.
Recogemos los billetes en el mostrador de la compañía, facturamos y nos vamos a tomar una cerveza, para cerciorarnos de que estamos en España gracias a las mesas a rebosar de porquería y la televisión a todo volumen que emite una ma-ra-vi-llo-sa teleserie en la que María Kosty, en trance, afirma: "Soy una mujer sencilla. Con una vida sencilla." Como podréis comprender, no tuvimos más remedio que aplaudir. Y tomarnos algunas cervezas más. Las teleseries de culto nos abocan al alcoholismo.
Queda media hora para facturar y estamos enfrente de nuestra puerta de embarque, aún cerrada, haciendo el Test Glamour LA VERDAD TE HARÁ MÁS FELIZ:
- A ver, si alguien a quien aprecias te traiciona, ¿le das la espalda?
- Claro... la espalda... y un preservativo.
Y es ,tras esa brillante respuesta, cuando la megafonía de Barajas tiene el mal gusto de interrumpirnos para anunciar que es la última llamada para los pasajeros... ¡NOSOTROS!
... que, jejejejeje, nos habíamos ido a la puerta de embarque equivocada. Jejejejejeje...
Hola. Hola. Perdón. Perdón.
Nada más subir al avión descubrimos la enorme cantidad de maricas que vuelan con nosotros y pienso que si Dios condenara la homosexualidad en serio nos habría dejado caer... el hecho de que esté escribiendo esto ahora sólo demuestra que el Papa se inventa las cosas y es más diosista de Dios.
Volamos en Fumadores (gracias Air Europa) y al señor que va sentado a mi lado se le cae el cigarrillo encendido en la moqueta. Genial. Por un momento pensé que el Papa no mentía, que Dios no es nada fan de los maricas y que íbamos a arder todos como teas. Afortunadamente, la moqueta era ignífuga y el Papa... blabla...
Gatwick. Un SMS en mi móvil: Welcome to London. Surprise!!! ¿a que no me esperabas? pues yo a ti sí te espero, quiero... (no transcribo más... que me estoy quitando del porno emocional. Poquito a poco, eso sí.)
Wimbledon. Justin James Hotel. Tengo que repetirle 5 veces mi apellido al recepcionista para que se entere y nos dé la llave. Dejamos las maletas y salimos corriendo a tomar una cerveza y algo de comer. Son las doce menos cuarto de la noche y Wimbledon no está para bromas. Todo está cerrado y en el badulaque de la esquina de la estación han cubierto la sección de bebidas alcohólicas. Cenamos en la habitación: un zumo de manzana y unos aros de cebolla. Gastronomía británica.
Mañana madrugaremos, desayunaremos como dos señores y nos iremos pronto a Londres. Y así hicimos. Ya lo leeréis.
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