¿Realidad?
Asesinato en directo (Dead Famous), de Ben Elton, es una vuelta de tuerca criminal al fenómeno Gran Hermano. Verosímil hasta el asesinato. ¿Por qué no? Ya lo propuso Chicho Ibáñez Serrador hace algunos años: el programa del futuro sería aquel en que la gente se suicidara en directo.
Lo más interesante de esta novela de Elton es descubrir cómo los estereotipos de concursantes de GH pueden ser exportables desde la ficción a la realidad o desde el Reino Unido a España: el ídolo lumpen. La mosquita muerta. El aspirante a actor. El alternativo. La lesbiana militante. El hombre de la calle. El tipo simpático. El macizo descerebrado. La maciza siliconada.
Nunca he sido un adicto a GH. Porque no me interesaba "el experimento sociológico". A mí lo que me interesa de este programa es ponerme en la mente de sus realizadores, descubrir qué nuevas perversiones pasan por su cabeza para alcanzar el nivel de audiencia pactado con la cadena. Asesinato en directo parodia esa gestación, aunque creo que, una vez más, la realidad debe superar a la ficción.
Mientras leía la novela no dejaba de pensar en cómo OT2 solo fue capaz de levantar el vuelo tras el desplome de la escalera donde esperaban los concursantes el comienzo del programa.
¿Telerrealidad? ¿Reality Shows? Desgraciadamente, la pura realidad es tan poco televisiva que no puede servirse a palo seco. Afortunadamente. Si faltasen los guionistas...
Incluso nosotros, en nuestras vidas, hemos aprendido métodos GH y OT, y cuando descubrimos que perdemos interés nos inventamos nuevas situaciones. Para eso están los bares de noche, las colas de los museos, los viajes organizados, las sonrisas en el Metro, las páginas de contactos, los mails a desconocidos...
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