Una lectura superficial
Yukio Mishima - osada como pocas - escribió su primera autobiografía a los 24 años y la tituló Confesiones de una máscara. La leo en la edición de Espasa Relecturas.
Después de sólo cincuenta páginas ya sé que, de niño, Yukio se disfrazaba de cabaretera y de Cleopatra.
También conozco los primeros impulsos infantiles que llevaron al autor a sufrir los estragos de lo que entonces era "placer invertido":
- el chico que se encargaba de recoger los excrementos nocturnos, por sus ceñidos pantalones azules, que destacaban claramente las líneas de la parte inferior de su cuerpo, que avanzaba con suave agilidad y parecía dirigirse directamente hacia mí.
- el olor a sudor de los soldados.
- las ilustraciones de los cuentos infantiles con príncipes muertos en violentas circunstancias.
- los jóvenes que portaban el omikoshi en la procesión del Festival de Verano.
Pero lo mejor, es que su primera paja fue frente a una reproducción del Martirio de San Sebastián de Guido Reni...
Y todavía me quedan 200 páginas por leer... para dejarme sorprender por este joven Mishima de quien yo tan sólo conocía una obra posterior plagada de encrucijadas y un sentido trágico hermético viril violento. Un autor fetiche fetichista que en estas pocas páginas me tiene boquiabierto por su franqueza (el libro fue publicado en 1949) y - no puedo negarlo - porque era muy, pero que muy perra; desde pequeña.
Después de sólo cincuenta páginas ya sé que, de niño, Yukio se disfrazaba de cabaretera y de Cleopatra.
También conozco los primeros impulsos infantiles que llevaron al autor a sufrir los estragos de lo que entonces era "placer invertido":
- el chico que se encargaba de recoger los excrementos nocturnos, por sus ceñidos pantalones azules, que destacaban claramente las líneas de la parte inferior de su cuerpo, que avanzaba con suave agilidad y parecía dirigirse directamente hacia mí.
- el olor a sudor de los soldados.
- las ilustraciones de los cuentos infantiles con príncipes muertos en violentas circunstancias.
- los jóvenes que portaban el omikoshi en la procesión del Festival de Verano.
Pero lo mejor, es que su primera paja fue frente a una reproducción del Martirio de San Sebastián de Guido Reni...
Y todavía me quedan 200 páginas por leer... para dejarme sorprender por este joven Mishima de quien yo tan sólo conocía una obra posterior plagada de encrucijadas y un sentido trágico hermético viril violento. Un autor fetiche fetichista que en estas pocas páginas me tiene boquiabierto por su franqueza (el libro fue publicado en 1949) y - no puedo negarlo - porque era muy, pero que muy perra; desde pequeña.
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