jueves, septiembre 26, 2002

Sudor


M.B., que es el padre de mi mejor amiga, A.B. (a partir de ahora, A.B. "la buena", para diferenciarla de la otra A.B. "la mala"; esa primera dama que me obsesiona hasta lo enfermizo...).

M.B. me regaló ayer un cuadro suyo, un precioso tríptico en pequeño formato que me puso tan contento. Además, me regaló una disparatada paranoia digna del mejor cuento de Monzó:
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Desde hace al menos veinte años, cuando llega el verano, y con él los sudores propios de la estación, los enganches de la cadena del Cartier de M.B. se corroen y saltan, por lo que acude a la casa Cartier donde, año tras año, le hacen gratis la reparación porque piensan que es un defecto de fábrica. Pero M.B. sabe que la culpa es de su sudor, que posee las mismas cualidades altamente tóxicas que el de su madre, que mataba las perlas al contacto con su nuca.

La mujer de M.B., A.A., está cada día más flaca. Y él - atando cabos - ha llegado a pensar que pudiera ser también a causa de su sudor, que la va consumiendo noche tras noche.
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Anoche le di las gracias por el cuadro. Ahora, por su preciosa paranoia.