jueves, agosto 28, 2003

Amor y muerte


Cuando todo parece perfecto, me asalta angustia por la muerte. Cuando la solidez de un amor es tanta, pienso en la muerte como lo único capaz de romperlo. La única capaz. Como un sacerdote que oficia un matrimonio, "hasta que la muerte nos separe".

Y sé - por dentro, lo sé, pero no lo siento, no doy espacio aunque me consta - que corremos peligros más cercanos: la convivencia, el paso del tiempo, la cotidianeidad,... pero ninguno de ellos se me aparece hoy tan amenazante como la muerte. Tan seguro.

Es una angustia que desaparece con la presencia y se agrava en la distancia y el tiempo que duran los trayectos.

Hay que pensar en ciertas cosas, cosas que te habitan por dentro, o no, mejor sí, hay que pensar en ellas porque si no pensamos en ellas, corremos el riesgo de encontrarlas, una a una, en la memoria. Es decir, hay que pensar durante un momento, un buen rato, todos los días y varias veces al día, hasta que el fango las recubra, con una costra infranqueable. Samuel Becket, ("El expulsado")

No puede sucedernos. No hasta viejos. Que la muerte sea nadie para nosotros por mucho tiempo. Y que podamos decir durante años lo mismo que la poeta: