jueves, enero 25, 2007

Campo

Mis días se dividen entre lo cotidiano - madrugar, desayunar, sacar 20 años de edad cerebral en la Nintendo...- y lo que hago para Vogue. Lo que vivo para poder postear en Vogue.

Hoy, además, después de la presentación volví a comer con Javier. Siempre un placer enorme. Y charlamos sin parar. Como siempre. Hoy, de repente, nos vimos imaginando la vida a los ochenta, en una residencia

- Yo de viejito quiero vivir en el campo.

- Yo en el campo me muero de asco. Yo, de viejito quiero tener un chófer que me lleve al campo cuando me apetezca, y una enfermera que me limpie sin asco, con profesionalidad, cuando no controle mis esfínteres.

- Bueno, ya si nos ponemos en esas, yo prefiero pensar en una muerte digna...

- Ah, yo no. Si no controlo el esfínter pero aún controlo mi cerebro, me da igual. Hay gente con 80 años que no controla sus esfínteres pero maneja estupendamente su cerebro. Y muchachos de 20 años que manejan sus esfínteres a la perfección - de hecho, hacen maravillas - y tienen el cerebro totalmente descontrolado.

[Huelga decir que la maricona urbanita, era yo].

Por la tarde, he escrito, he leído un libro muy deprimente de un filósofo deprimido y me ha llegado un pedido de La Casa del Libro.

Mañana al mediodía llegan mi hermana y mi sobrino. Y por la noche, Mauro.