jueves, febrero 05, 2004

Memorias

La actualidad no me trae nada bueno, en ningún sentido. Por lo tanto, he decidido que el frotar se va a acabar y al diablo con los tejemanejes mediáticos, los exabruptos de líderes de masas y espirituales y todo lo que - de puro feo - afecte y opaque estos días de sol primaveral anticipado que inunda Madrid esta semana. Al buen tiempo, buena cara.

Yo, a lo mío, que es la ficción: "La costumbre de vivir", de José Manuel Caballero Bonald; un delicioso ejercicio de desmemoria resuelto a fuerza de reconstrucciones más o menos veraces, más mordaces que veraces. Un divertido y revelador relato de la vida cultural de la España de los 50 y un ajuste de cuentas con poetas coétaneos(¡ZAS! a Carlos Barral, ¡ZAS! a Jaime Gil de Biedma) y palmaditas en el lomo a los que poco daño pueden hacer ya, ni siquiera en los estantes de las librerías (CLAP, CLAP a Blas de Otero).

Se encarga también Caballero Bonald de contar menudencias tales como que anduvo un tiempo encamándose con esa santa que fue Charo Conde, entonces legítima señora de Cela ("Cela, especialista en la obra de Cela") o la clase de infame con el que estuvo casada Ana María Matute, un tipo que un buen día quiso suicidarse metiéndose en medio de una procesión de Semana Santa, o que una noche vació su copa de cognac con una jeringuilla y se la inyectó en el muslo, directamente en vena.

Parece ser que en ese entonces, tanto Matute como el tal Goicoechea (que así se llamaba el personaje), se alojaban en la casa que Cela tenía en Palma de Mallorca y ella escribía notas que se enviaba a sí misma como anónimos y en las que denunciaba lo despreciable de su propio marido. Muy literario. Ana María Matute abría el sobre, leía la nota, la rompía y se marchaba a otra habitación a llorar.

Estoy deseando que lleguen las páginas en las que Caballero Bonald se recuerda como profesor en la Universidad Nacional de Bogotá (la misma donde mi novio estudió Cine) y le agradezco que me trajera a la memoria unos versos de Gabriel Ferrater sobre la memoria:

(...) éramos
el recuerdo que ahora tenemos(...)