martes, noviembre 15, 2005

Narrativa

Ayer en el concierto de Rufus Wainwright (gracias de nuevo, A., por la invitación), escuchaba fascinado y pensaba en historias inventadas o rescatadas. De nuevo en la memoria y en la imaginación. Otra vez. Nada original, porque ese es el material de la literatura.
Llevo una semana leyendo entrevistas, buscando biografías de neoyorquinos en los 60, haciéndome un lugar entre ellos para sustentar lo que podría ser mi nueva novela.
A ratos siento que hago bien en buscar un sitio narrativo en el tiempo/espacio soñado cuando todo iba mal. A ratos pienso que me estoy escondiendo en vidas ajenas. Y si excluímos esos ratos, la mayor parte del tiempo no sé qué coño estoy haciendo.

¿Tiene que ser una novela? Si quiero vivir de ésto, sí. Además, hace años que perdí la mano para la poesía. Me faltan conocimientos para el ensayo. No manejo los códigos de la dramaturgia. Tiene que ser una novela.

Llueve afuera y es lo mejor que puedo hacer hoy.