sábado, agosto 27, 2005

Mi.edo


Acabo de arrancarme la pulsera de conchas de la muñeca, el cigarrillo de los labios, de los dedos. Tengo ganas de escribirlo todo, pero escribirlo todo es imposible.
Aspiro del cigarrillo y pienso de atrás hacia delante: Mauro en casa mi última semana de trabajo, diez días en Berlín tan deliciosos, unos días en Madrid, de ficción marital y citas con amigos que han sido recargas de cariño y fuerza para abandonar el trabajo el lunes. Y esta noche, que he cenado con A. y P., y ha sido tan bello.
Me da miedo lo imprevisto y me angustia la rutina.

Esta tarde he habilitado mi nueva habitación de escritor, he colgado una pizarra con el título de mi novela y mi nombre.

Es sábado por la noche, estoy borracho, voy a dormir solo y pienso en un futuro invertebrado, del que no conozco claves.

¿Quién dijo miedo? Yo lo olí; pero guardo silencio.