viernes, abril 25, 2003

Revolución de los claveles (reventones)


La culpa de todo la tiene (no, no, Yoko... tú tranquila, que esta vez no te toca... aunque tampoco te relajes mucho... que el día menos pensado te pongo de vuelta y media), en fin, que como decíamos ayer (vaya, Fray Luis... usted por aquí), la gente está fatal, y los culpables son los libros. Sí. Sí. Terrible descubrimiento, qué os voy a contar. Pero a las pruebas me remito (ya sé, ya sé que me está quedando un texto lleno de frases hechas y lugares comunes, pero es que yo pertenezco a la ONG Save the Fashion Victims - bueno también pertenezco a Kill the Children, pero eso es otro asunto - y últimamente lo más de lo más son los giros manidos, esas expresiones con tacto de vaselina a fuerza de tanto uso...).

Los libros. SÍ. Los libros. Y además huele a complot. Porque no puede ser casualidad que en el estante de novedades editoriales convivan lo último de Antonio Gala, Rosa Montero y Lucía Etxebarría y yo me quede tan fresco. Aquí está pasando algo y alguien debería denunciarlo.

Que me parece muy bien que Michael Moore se pregunte por qué la gente se mata como chinches a balazos en los USA (quiera San Miguel Arcángel que no caiga una Smith & Wesson en mis manos, porque no respondo de mis tiros), pero... ¿qué pasa con esto? ¿eh? ¿es que nadie va a hacer nada? Qué país. Mucho Nunca Mais. Mucho No a la Guerra... pero cuando hay que ponerse serio y levantarse en masa, aquí nadie mueve un dedo (en un gatillo). Ni siquiera un día como hoy, aniversario de la Revolución de los claveles. Con lo bonito que sería.

No puede ser casual que las tres insignes mecanógrafas coincidan en los escaparates a la vez que la gente (esa aterradora creación colectiva) escribe y dice cosas que harían sonrojar a unos zapatos castellanos color burdeos. Que luego nadie diga que yo no le avisé.