domingo, abril 06, 2003

Enrique Anaut


¿Quién no recuerda aquel emotivo momento tras la expulsión de Enrique Anaut de la Academia OT2, cuando su novia - sin dientes, con zapatos blancos y vestido 'hippie' - se abalanzó sobre su persona para llevar a cabo un proceso de intercambio salivar pocas veces visto antes en la televisión nacional (a excepción de las incursiones de Angel Cristo en las bocas de los leones dopados, obviamente)?

¿Quién ha podido olvidar esa pasión desatada, que llevó al mismo Carlos Lozano (me han contado que en una entrevista con el inefable Pedro Ruiz, al ser preguntado acerca de su relación con Dios, él respondió que era "aséptico", vamos que no creía en la existencia del Divino Hacedor... que sea verdad, que sea verdad...) a expulsarlos del plató para que se desfogaran en privado?

Pues bien... esta noche he cenado en una mesa enfrente de esa gran pareja. Y nada que ver. El se ha pasado media cena hablando con una marica que compartía mesa redonda con otras o visitando los lavabos, mientras ella enviaba mensajes con su móvil. Ella, que llevaba un jersey de ganchillo ideal y un zurrón de pelito... inenarrable. ¡Ah! La camisa de Anaut no tenía nada que envidiar a los modelis que lucía en la Academia. Para que luego les echemos la culpa a los estilistas, que los visten como mamarrachos...

Yo, que tras haber visto anoche a una marica (¡otra marica! la humanidad se encamina hacia su autodestrucción...) meter en su coche a un homeless con toda la pinta de no irle a hacer ningún acto de caridad en plena calle Montera, pensaba que lo había visto todo, me encuentro esta noche cenando enfrente de Enrique Anaut y su fogosísima novia. Qué vida... Qué frenesí... Qué envidia me tengo... Qué de cosas me pasan...

Sunrise


- ¿Qué hago yo aquí a las tres y media de la mañana? - me pregunté anoche - Si yo no llevo las cejas depiladas, ni el pelo esculpido, ni la testa coronada, ni luzco sonrisa falsérrima...

- Aprender, querido, aprender... lo que hay que tener - me respondí.