lunes, agosto 11, 2003

Inconvenientes de viajar en avión


Domingo 10 de agosto,
El Prat, frente a la puerta de embarque del avión que me devolverá a Madrid y a la extrañeza que sigue a cada fin de semana que pasamos juntos y termina en domingo.

(Ella, La Primera, habla por el móvil con una amiga. Y le cuenta a gritos su fin de semana. Ella es una de esas mujeres que, por el tono de su tinte, exige que la ciencia investigue de nuevo sobre el daltonismo y si es cierto que las mujeres no lo padecen, sólo lo transmiten.
Ella, La Primera, viste bluyins modelo butifarra de cintura baja - la antítesis de esos pantalones talle imperio del Alcalde Pantojo - y una camiseta corta. Complementa el modelo con un espléndido y vanguardista cinturón de estrías verticales.)

Ella, La Primera:
Sí, tía, estoy agotá, tía. Y no voy a dormir esta noche, porque entro a las 5 y si no, no me levanto. Pero guay, tía. Yo, con cuatro tíos. Había sólo tres camas... pero dormí con el XXXXX en una de las grandes, otros dos colegas suyos en otra y - ¡qué risa tía! - cuando apagamos las luces empezaron a hacer ruidos, como si estuvieran follando. Jajajaja, tía. Y el XXXXX se metió con ellos en la cama y me decía, "tía, vente, que hay sitio". Jajajajaja. ¡Por los cojones, tía!
(...)
Pues fíjate que me han llamado loca mogollón de veces este fin de semana. Menos tú, tía, menos tú, que me entiendes. Y es lo que yo digo, que vale, que lo decidí así de repente, pero, tía, me lo he pagado yo, y hago con mi vida lo que quiero.
(...)
Bueno, tía, te dejo, que ya se pone la gente en la cola.


(Ella, La Dos, lleva una minifalda vaquera desteñida. Una botas blancas de boxeador. Un minitop que dice "Barcelona" y muestra su barriga tatuada. Varios piercings. Habla por teléfono con una amiga mientras se mira reflejada en uno de los cristales de la sala del aeropuerto.)

Ella, La Dos: Ya tengo barriguita, niña. Estoy de dos meses. Lo que pasa es que en un mes o así tengo que dejar el curro, porque no puedo seguir bailando, porque me lo van a notar (...) Estoy de gogó, en una disco. (...) El padre de mi hijo, niña, el padre de mi hijo trabaja conmigo. Está buenísimo que te cagas. Me decía "soy muy fértil, soy muy fértil". Y yo, que sí, que eso decís todos. ¡Y toma! ¡A tomar por el culo! Me dejó preñada.
Ya hablamos niña, vete ahorrando para la cuna y los patucos.


A punto de despegar. Una chica detrás de mí entabla conversación con su sufrido vecino de asiento. Grandes tópicos universales centralistas sobre Barcelona: "hay menos marcha que en Madrid. La gente te habla en catalán... blablabla" A continuación, intenta apagar su teléfono móvil:

La chica: Jo, no se apaga. Vamos, deja de funcionar, pero se queda encendido, con la luz encendida... no sé...
El vecino: ... stand by...
La chica: Sí, sí, sí... está así, fatal...

La mujer que viaja a mi lado, abre su Louis Vuitton falso (más que un Judas de plástico, que diría J.Q., que anda en París - besos) y guarda la bolsa de Lays Jamón que nos regala la compañía. Miro y descubro que lleva en el bolso dos latas de Sprite tamaño avión y un mini tretrabrik de zumo. Imagino una mini despensa en su mini casa. Qué miedo. Qué pequeño es el mundo.

Ante tanto estímulo, cierro mi libro y leo la revista de Air Europa. Joder. Reportaje sobre Alejandro Sanz. El periodista destaca la belleza de sus letras. Dos ejemplos:
"No es lo mismo estar de lado que echarte de lado"
"No se puede encerrar el corazón de la gente buena ni el de los poetas"
(No tengo palabras. Para eso está Alejandro Sanz, que es un virtuoso del verbo, qué coño)

Otra entrevista. A Custo Dalmau: "Nuestros mensajes son subliminales". Cágate.

Barajas. 01:45 am. Esperamos la llegada de las maletas en la cinta diabólica. La Primera recibe un mensaje en su móvil; escucha el bip, lo saca del bolso y lo lee con avidez. La miro, quiero ver si sonríe. Seré idiota, pero quiero que sonría. Pero no. Lo lee. Lo lee varias veces y se queda muy seria.
02:00 a.m. Aún no han empezado a salir las maletas. La Primera está llorando, sentada en la cinta, con el rímmel corrido, está llorando. Como una Holly Golightly de barrio.

Suena la sirena de la cinta transportadora, se abre la trampilla y al otro lado una voz masculina grita: "¡Ya están aquí los maleteros, ya estamos aquí!" La gente que espera aplaude.