miércoles, enero 10, 2007

Ibiza

(Anoche otra vez con tanto sueño que no pude escribir. Yo sé que me perdonáis.)

Madrugo - me pongo contento cuando madrugo -, desayunamos, abro las ventanas y me siento a escribir para el periódico. Después para Respuestas de Libro. Después aquí (y eso es lo malo de escribir al día siguiente, que acabo cayendo en el loop, en el eterno retorno, y de pronto - cualquier día - temo que me baste con hacer un copypaste ...)

Edad cerebral, 20 años. Bien. Hoy - por ayer - bien (eso es lo malo de escribir al día siguiente, que confundo los días...)

Escribo Mansos. El primer verbo en futuro de toda la novela, que me abre 'un mundo de posibilidades'. Jajajajajaja.

Salgo a comer, pero antes

1. paso por la tintorería, a dejar 4 pantalones de Mauro y mi casaca china con los puños en fucsia - y me hacen ficha de nuevo cliente. La dueña me pregunta si me he mudado al barrio hace poco. Un par de semanas. Si soy de aquí. No, de Madrid. Ella también. Vivió en la calle Ibiza. Yo le cuento que viví con mis padres muy cerca muchos años. Lleva aquí 14 años. Y sabe que me va a gustar Barcelona... Yo también.

2. voy al relojero del barrio para ver si tiene una llave que dé cuerda al reloj de pared que heredé de mi abuelo. Pero no existen llaves maestras para relojes de pared antiguos, y me sugiere que - aunque sea un poco incómodo - le lleve el reloj.

Entro a comer y, mientras como, leo en La Vanguardia una entrevista con el autor de Más Platón y menos Prozac en la que afirma que es tiempo de transformación. En las páginas del mismo periódico, LeCarré declara en una entrevista que ha llegado el momento de cambiar las cosas.
A continuación leo 'The modern movement', de Cyrill Connolly. Una delicia.

De vuelta a casa, Bowie canta a Bretch en inglés.

Espero al decorador - que había quedado en venir a las tres y media - pero no aparece. Un clásico.

Escribo.

A media tarde llega el repartidor de Condis a traer la compra. Lo que se dice un día de frenesí pequeñoburgués.

Leo 'El hotel de Mrs. Palfrey' de Elizabeth Taylor. Qué maravilla. Y qué buena traducción de Clara Janés. Tengo que agradecerle a JQ que me descubriera a esta autora, que no es la actriz que va a las bodas póstumas de Liza Minelli.

Javier me envía un cuento que ha escrito para que lo lea y le diga, según él, 'si merece vivir'. Lo leo y me gusta, me gusta mucho. VIVE. Como los caníbales de los Andes.

Ha anochecido cuando llega Mauro a casa, acompañado de una vecina simpática que quiere que firmemos para pedirle al ayuntamiento que nos adecenten el callejón. Puro poder vecinal barcelonés. La vecina lo mira todo y nos celebra el buen gusto. De pronto me da miedo que nos denuncie por haber tirado muros o haber aprovechado un hueco en la pared para hacer estanterías. Soy un paranoico... espero.

Preparo la cena para los dos - nada de fogones: una ensalada de tomate, cebolla y atún. Lomo embuchado. Y cava.

Después de cenar, vemos en el portátil de Mauro 'The fog of war', una larga entrevista con Robert McNamara - secretario de defensa en el gobierno Kennedy - y sus 10 lecciones de vida y guerra. Pero sólo aguanto despierto hasta el consejo número seis. Me duermo.

Nada

Vuelvo a despertarme temprano, desayunamos, escribo el post para el periódico, me ducho y releo 'Running with scissors' para poder escribir por la tarde una reseña en Respuestas de Libro. Aunque hasta esta mañana no he podido publicar ¿Es peligroso correr con unas tijeras en la mano?

A las once en punto llega Zulema, la asistenta, que tiene la maravillosa habilidad de ser capaz de trabajar en esta casa tan pequeña y sin tabiques sin interferir en mi trabajo. Zulema limpia y yo escribo Mansos hasta que tiene que limpiar la zona de mi escritorio. Entonces me tumbo en la cama para seguir leyendo, momento que Zulema aprovecha para contarme que su hijo, Pau - que estuvo con ella aquí la semana pasada, que es un niño de cuatro años divino a quien dejé jugar con mi Nintendo DS a Nintendogs -, que Pau ya no quiere ir con ella a limpiar a otra casa que no sea la mía. Tan majo el crío...

Como en el restaurante de siempre y de allí me marcho de rebajas al Paseo de Gracia.
De camino descubro que Carmen Laforet nació, vivió y escribió Nada en una casa que está a dos calles de la nuestra. Pienso en lo raro que sería hoy nacer y escribir un libro en la misma casa.

Santa Eulalia, muy rancio y carisísimo.
Burberry y Zegna no dan la talla - la mía, por lo menos.


Noto,
a través de las miradas de los viandantes, que despierto sentimientos encontrados de glamour y odio.
Visto
una casaca china negra, con las vueltas de las mangas en fucsia, de la que llevo prendido un broche de brillantes falsos de un galgo con una corona real. Unos pantalones negros con rayas en oro viejo. Una miniestola de conejo multicolor. Un sombrero negro con finísimas líneas en fucsia. Y mi bolso verde botella de Prada. En los pies, unas New Balance negras.
Compro
unos Clarks negros para Mauro y nada para mí - salvo unos marcadores de páginas-párrafos-frases en Muji.

Y mientras me tomo una cocacola en una terraza del Paseo, caigo en cuenta de la directa relación entre AFECTIVO y AFECTAR. No me había percatado hasta ese momento.

Vuelvo a casa a las seis y escribo. Mauro llega a las ocho y charlamos. El decorador llega a las ocho y media a terminar de rematar los detalles que quedan pendientes en la casa. Amenaza con volver hoy.

Salimos a cenar y cuando volvemos vemos en la televisión - no en el televisor, que no tenemos, vemos la televisión en mi PC - un programa de Tele5 que está bastante bien porque es pura hemeroteca y archivo. Nos gusta mucho a los dos ver a los Reyes haciendo tan buenas migas con los Franco. Esta mañana escribo sobre él para el periódico 'Hormigas blancas' en Tele5. ¡Toma ya Memoria Histórica!

Nos acostamos tarde y decido dejar la entrada del día para el siguiente. Hoy.

Hasta esta noche.