jueves, marzo 01, 2007

Una imagen de algo que no sé que será, una visión de ayer

mientras esperaba un taxi en Marina - qué difícil es encontrar taxi en Barcelona, incluso de día - los coches pasaban por encima de una tablilla de conglomerado que sonaba CLAC CLAC cada vez. Un sonido desagradable.

De pronto me vi corriendo hacia ella para quitarla de allí y que se acabara el ruido. Golpeado por un coche a toda velocidad.
Me interesan dos elementos de las cabinas de la sauna. El espejo y la puerta con pestillo. Y la relación que existe entre ellos:

- al principio pensaba que el espejo respondía a esa iconografía de burdel, o de Las Vegas, que servía para poder observarse durante el coito, el acto, el polvo,...

'los espejos se empañan con el polvo'

Hasta que descubrí para qué servían los espejos en el interior de las cabinas de las saunas, y me pareció más razonable su ubicación -yo no entendía por qué no ocupaban entera la pared...

Hasta que entendí

- lo útil que resulta el espejo con la puerta abierta cuando uno, sentado sobre la colchoneta, puede observar el reflejo de algún posible 'pretendiente', apostado en la pared que queda frente a la puerta; verlo sin tener que mirarlo, de un modo distraído y nada comprometedor

- lo que cambia la función del espejo según el sexo sea gratis o de pago. Cómo en las saunas donde no hay prostitución, eran los otros los que esperaban en las cabinas abiertas y yo quien me quedaba frente a ellas esperando una señal, una llamada, un gesto de aprobación o de disgusto para entrar o marcharme pasillo adelante.

- Cómo en las saunas de chaperos soy yo quien espera a oscuras en la cabina y observo el desfile de reflejos de putos. Puedo elegir a quien quiera.

Lo que me ahorro al pagar 40 euros:

- el terror al rechazo

- el rechazo

- la decepción

- un buen polvo que acabe en una tan buena conversación, que nos apetezca a los dos de salir juntos de allí y tomarnos un café juntos en la calle. Descubrir lo mal vestido que va.