lunes, marzo 22, 2004

Brave Coast


Lo que pasa es que en mi oficina no hay aún conexión a internet y llego tan cansado por las noches a casa que me cuesta sentarme a escribir y aprovechar la conexión wireless que alguno de mis vecinos debe estar pagando religiosamente (gracias, gracias, gracias, seas quien seas, siempre que no seas el de la perilla, el de enfrente; que me dejaste de dirigir la palabra en el descansillo y evitas coger conmigo el ascensor desde que escuchaste una conversación entre JQ y yo por las escaleras acerca de las calidades de los chulánganos...)

Lo que ha pasado ha sido un fin de semana maravilloso, gracias a mi señor y a D. y M., dos ángeles hospitalarios, generosos y divertidos que nos han agasajado, nos han dejado ocupar una casa solo para nosotros dos a pie de mar, junto a un pinar y nos han conducido (literalmente) por el Cabo de Creus, Ampuriabrava (donde una noche descubrimos cuánto mal ha hecho Roza is living a celebration con el estilismo de sus videoclips - especialmente con el último, en el que sale con 27 modelazos diferentes – a las adolescentes obesas españolas que, además de convertir en mantra la gran sentencia, probablemente acuñada por Ana Rosa Quintana: “el negro adelgaza”, han hecho suyas las combinaciones de pantalones ajustados brillantes, los tops en blanco y negro y las megaboinas ladeadas), Cadaqués (¿por qué nadie le dijo a Dalí que lo suyo era el pop-art y no el surrealismo?) y deliciosos restaurantes payeses con patos, y con ríos, y chimeneas, y el hijo loca del dueño, que saltaba de contento al tomarnos la comanda y ladeaba la cabeza, cual eslabón perdido entre Chucky y Celia Gámez.

D. y M. Tan encantadores. Igual da que intentaran envenenarnos. Pelillos a la mar. Olvidado queda que nos hicieran beber cicuta concentrada en aquel bar de Rosas donde escuché grandes extractos de conversaciones:

(Ella, a un grupo de amigas) “... y yo le dije, ‘Sácame eso de ahí y no me pongas más’. Y yo con las piernas toas abiertas y una hemorragia...” Preferí correr hacia la barra y no tratar de atar cabos, no fuera a ser que acabara por atármelos al cuello.

(Ella y él. Ella, con la misma voz que tendría Mila Ximénez después de beberse una botella entera de desatascador de tuberías. Mmmm, bueno... con la voz que tendría Mila Ximénez si doblara su dosis habitual de desatascador de tuberías)
Él: A todo cerdo le llega su San Martín.
Ella: Total. Total. Total.

Y todavía pretendo quejarme del intento de asesinato por parte de la adorable pareja. Pura misericordia, ahora que tengo tiempo de pensar...

Feliz semana a todos. Y gracias de nuevo a M+D. De verdad.

(Empiezo a llegar demasiado cansado a casa. Pensar agota. Empiezo a echar de menos a quienes antes veía más a menudo. Perdonadme todos. Os quiero lo mismo.)